Tratamiento de los rastrojos.
Hay la costumbre muy arraigada de quemar los rastrojos de los cereales, operación con la que se destruye la materia orgánica y el propio humus del que tanto necesitan la mayor parte de nuestras zonas cerealistas. Mejor que ello es enterrarlos después de haber extendido abonos fosfonitrogenados que aporten aproximadamente 25 kilos de nitrógeno y 15 de fósforo (P2O5) por hectárea.
De este modo se favorece la descomposición de las pajas y raíces y su transformación en humus, al mismo tiempo que se corrige el desequilibrio nada beneficioso que existe en los rastrojos en la relación carbono/nitrógeno, en favor del carbono.
Conveniencia de retrasar el alzado de los rastrojos en tierras erosionables
En las zonas cerealistas fuertemente azotadas por los vientos y por ello sometidas a los arrastres de sus partículas finas, es recomendable para evitar estos fenómenos erosionables, que tanto dañan a la fertilidad de los suelos, dejar el rastrojo en pie, todo el tiempo que permita el laboreo preparatorio de la siembra.
Esto es tanto de temer y combatir si se han dado las labores previas para la siembra en el mismo sentido en que circulan los vientos fuertes dominantes.
Enterrado en verde de cosechas de cereales
En años de intensas sequías o fuertes heladas hay ocasiones en que la mezquina cosecha es incapaz de pagar los gastos de recolección, lo que induce a enterrarla en verde, a veces hasta ya iniciada la grana- ción.
Ante este fenómeno dos casos se deben considerar: el enterrado antes que las plantas se lignifiquen, o después de llegar a este estado.
En el primero se puede enterrar la masa sin ninguna operación complementaria. En el segundo, para evitar transtornos sensibles en la próxima cosecha se debe aplicar al terreno antes de proceder a enterrar el cereal unos 25 kilos de nitrógeno por hectárea, acompañados de otros 15 kilos de fósforo (P2O5).