El maíz es un cultivo sensible a las deficiencias de nitrógeno y de potasio.
Cualquiera de las dos deficiencias son prácticamente irremediables en la cosecha que las acusa, pero lo que sí debe hacerse, una vez comprobada la deficiencia, es poner remedio en la próxima cosecha forzando las dosis nitrogenada y potásica, al planear la fórmula de abonado.

Claro es que lo primero que hay que hacer es averiguar si la carencia es de nitrógeno o de potasio y para ello se tendrá presente que:
Si la carencia es de nitrógeno, las plantas son altas, ahiladas y las hojas comienzan a marchitarse por la parte baja de la planta, iniciándose la marchitez por su punta, marchitez que se va extendiendo por el nervio central, permaneciendo verdes los bordes.
Si la carencia fuere de potasio las plantas por el contrario se achaparrarán y alcanzarán menor altura, quedando desproporcionadas por bajas en relación con el tamaño de las hojas.
La marchitez que también comienza por la parte baja de las hojas, que se inicia por las puntas y se extiende a los bordes quedando verde el nervio central.

Asociación del maíz con los árboles frutales
La siembra del maíz entre plantaciones de árboles frutales, no es aconsejable, pues por un lado al sembrarse el maíz en primavera ya tienen los frutales su espesa masa foliar, que dificulta la llegada al maíz de los rayos solares, que con su luz y calor tanto los benefician, y por otro lado el desarrollo de las raíces y la gran absorción de principios nutritivos que requiere el maíz se dificulta por la competencia de los extensos sistemas radiculares de los frutales.
Si a lo anterior se une que las épocas de aplicación de los riegos de los maíces no son siempre coincidentes con las más apropiadas para los árboles frutales, se tiene una razón más para no aconsejar tal asociación, que en nada favorece a los rendimientos unitarios independientes de ambos cultivos.